No sé si veis la tele, yo algo la veo. El otro día vi un
anuncio de loterías y apuestas del estado que me dejó mal cuerpo. En ese
momento no supe el por qué, pero había algo que no me gustaba. “No tenemos
sueños baratos”, era el eslogan, y en el anuncio salían dos peluqueros estilo
cuéntame, saltando como si cabalgaran. He tenido el anuncio dando vueltas por
mi cabeza, hasta que he visto otro, también de loterías, que me lo ha aclarado
todo, el eslogan es “la libertad es el premio”.
Hoy pretenden que consideremos que la libertad es tener
dinero, que la acumulación da alegría. Ya no somos libres compartiendo o teniendo
acceso común a la cultura y a los alimentos. Pero la publicidad no se queda ahí,
hay un anuncio de telefonía que nos enseña a unos niños a los que dan a elegir
entre dos montones, uno de ellos tiene una cantidad enorme de peluches y el otro
unos poquitos, pero suficientes para que juegue cualquier niño. Los niños
eligen siempre el montón grande, claro, mejor no compartir y coger lo más que
puedas, aunque sea demasiado para jugar con ello. Eso es lo que nos enseñan los
que mandan, las multinacionales.
Nos dicen que la culpa de todo es de los políticos y puede que
tengan razón, pero no porque sean el origen de los problemas, sino porque se
pliegan demasiado bien a los sobornos patronales. Nuestros políticos son
demasiado básicos, unos seres pérfidos que se pliegan a sus instintos más básicos
con demasiada facilidad. El último ejemplo de perfidia es muy clarificador. El
follarin Monago, se dedicó a viajar a Canarias para ver a su amante a costa del
senado, la ventaja de viajar a costa del senado es que su señora no se enteraba
de nada; Cariño, viajo por trabajo. Diría el golfo cuando viajaba. Cuando la
semana pasada fue descubierto, dijo el golfo que por intereses políticos, sus adversarios
habían hecho daño a lo que el más quería. Señor monago, serían sus adversarios
los del daño, si la historia hubiera sido falsa. Pero siendo cierta como es, el
que ha hecho daño a lo que usted más quiere ha sido usted mismo. Es usted un
golfo y un traidor, pero de sus acciones tienen la culpa otros, como siempre
que hace algo alguien de su partido. El culpable es el que se entera de la
golfería y nos la cuenta.
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