Hoy he cerrado mi
cuenta de tuiter y creo que se va a quedar cerrada de manera definitiva. ¿Por
qué lo he hecho? Pues básicamente porque me quitaba más de lo que me aportaba. La
gota que ha colmado el vaso ha sido un hilo que empezaba con una noticia de
Garzón hablando sobre la violencia golpista en Venezuela. En él, cuatro de los
tuiteros a los que sigo desde hace años por su coherencia y por sus buenos
aportes, insultaban sin piedad a un chavalito que se defendía soltando insultos
aún más gruesos y que era respondido con más insultos. Todo eran Insultos,
insultos, insultos. Ni un solo argumento.
No es eso solo. Ayer tuve una polémica con una cuenta de
tuiter que se dedica a acusar de acoso a cuentas de comunistas, y que dicen que
ella (la cuenta) acusa y que si no son ciertas las acusaciones pues que los
interesados lo demuestren. ¿Os fijáis en la perversión de ese argumento? Imaginaros
que yo digo a la policía que anoche robaron mi casa y cuando la policía me dice:
vamos a su casa a ver. Yo les dijera; no, ustedes en mi casa no entran, eso es
desconfiar de la víctima y hacerme doble daño. Yo les digo que me han robado y
que lo ha hecho Pepe. Me tienes que creer y punto y si no ha sido Pepe que lo
demuestre. ¿Os imagináis que acto seguido la policía detuviera a Pepe, y que un
juez lo condenara por no tener coartada? Pues eso quiere esa gente, y en tuiter
lo consiguen.
Es que tuiter saca lo peor de cada uno, ahí no se dialoga,
se despelleja al opuesto. No es raro ver peticiones para que se acose a una
cuenta por fascista, o por machista, o por estar a favor de los vientres de
alquiler, o por lo que sea. Pero es que los fachas, los machistas, los de los
vientres hacen lo mismo o cosas peores, se fijan objetivos y hasta que no
amargan a la persona no paran. Incluso he visto a fachas (y a veces a no tan
fachas) poner datos personales para que el acoso no se quede en las redes, para
que transcienda a la vida cotidiana.
¿Y sabéis que es lo peor? Que esas actitudes te arrastran y
en un momento dado te ves haciendo lo mismo. Recuerdo un caso en el que me di a
mí mismo mucho asco. Fue con una tuitera sevillana que cometió un lapsus mental
(que esa es otra, en tuiter no se perdona el más mínimo desliz) y dijo algo así
como que ellos, las elites intelectuales de podemos, tenían que hacer no sé qué.
Las palabras exactas del tuit no las
recuerdo, pero no hace falta, si usáis tuiter recordareis lo de las élites
intelectuales, fue muy sonado. Pues estuve siendo como los demás, atacando a la
muchacha. Que sí, la cagó, pero desde luego no se merecía la avalancha de
insultos que recibió. Más que nada porque todos la cagamos y a veces de maneras
mucho peores.
Es que un tuit que alguien considere mal puesto, una opinión
que a alguien le parezca inadecuada o un comentario que alguien considere
ofensivo te puede crear serios problemas. Y os aseguro que en tuiter hay
personas que se comportan como pitbulls, esperando el más mínimo desliz para
despellejar al opuesto. Eso logra que la gente en tuiter esté como cabreada
siempre, es un ambiente toxico y por eso me voy.
Adiós tuiter.
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